Por Adriana Pretel Santana
Maestría en Historia (Estudios Históricos Interdisciplinarios)
Universidad de Guanajuato
Carlo Ginzburg [1] en su artículo nos presenta una reflexión general sobre el método científico utilizado por algunos historiadores y su similitud con el trabajo de un juez, ambos tienen que correlacionar testimonios con pruebas materiales con el fin para deducir lo que sucedió. El autor nos incita a plantearnos una interrogante, ante la evidencia ¿historiador o juez? En ese sentido la palabra evidencia, al igual que pista o prueba, son crucial para para ambos oficios. “El historiador, como el abogado, debía ser capaz de elaborar argumentos convincentes mediante la transmisión de la ilusión de realidad, y no mediante la exhibición de pruebas reunidas por él mismo o por otros.”[2]
Su análisis conduce a un argumento en el cual expone que existe un elemento que es necesario rechazar en la corriente positivista: la tendencia a simplificar la relación entre evidencia y realidad. Dado que el historiador se enfrenta a varias dificultades a la hora de procesar una fuente documental:
- Un documento puede ser falso.
- Un documento puede ser auténtico, pero poco fiable, en tanto la información que ofrece puede contener mentiras o errores.
- Un documento puede ser auténtico y confiable.
“En los dos primeros casos, la evidencia se descarta; en el último caso, se acepta, pero sólo como evidencia de otra cosa. En otras palabras, la evidencia no se considera como un documento histórico en sí mismo, sino como un medio transparente: como una ventana abierta que nos ofrece un acceso directo a la realidad.”[3]
Según Ginzburg existe una trampa opuesta para el historiador, es lo que él llama positivismo inverso. Ya que, en lugar de manejar la evidencia como una ventana abierta, la consideran como un muro que imposibilita cualquier acceso a la realidad. “Esta actitud antipositivista extrema considera todos los supuestos de referencia como una ingenuidad teórica. La ingenuidad y la sofisticación teóricas comparten un supuesto común bastante simplista: ambas dan por hecha la relación entre evidencia y realidad.”[4]
Los historiadores, ya se ocupen de fenómenos distantes, recientes o en proceso-jamás se acercan directamente a la realidad. Su trabajo se realiza forzosamente por inferencia. Es necesario un marco de interpretación y el análisis tanto de las características internas del fenómeno como de su dimensión contextual para llevar a cabo una reconstrucción histórica sólida.
El autor realza la necesidad de una historia social para el análisis histórico de los fenómenos que acompañaron siglo XIX, un nuevo contexto «necesitaba nuevas categorías teóricas, nuevos métodos de investigación y nuevos estilos narrativos». Una historia social consciente de sugerir una dimensión histórica oculta o cuando menos muy poco visible. Gizburg pone como ejemplo los personajes reconstruidos en escala sobrehumana, como Jacques Bonhomme[5] o la Bruja[6], que se concibieron como proyecciones simbólicas de una multitud que compartía mismas condiciones e intereses. El autor la llama “zona periférica y borrosa que se encuentra entre la historia y la ficción.”
Para su posicionamiento final Carlo Gizburg toma los postulados del historiador Arnaldo Momigliano:
- El historiador trabaja sobre la evidencia.
- La retórica no es su trabajo.
- El historiador tiene que asumir criterios ordinarios del sentido común para juzgar su propia evidencia.
- No debe permitirse a sí mismo persuadirse de que sus criterios sobre la verdad son relativos y que lo que hoy es verdad para él, dejará de ser verdad para él mañana.
Al respecto expresa el autor “pero yo sugiero que se haga una distinción entre verdad, como principio regulador, y criterios de verdad. Los papeles respectivos de la verdad y la posibilidad son, en la investigación histórica contemporánea, un problema controvertido y todavía en discusión.”[7]
En ese sentido y para concluir podemos preguntarnos ¿debería ser la historia sólo de hechos, volviendo al historiador casi como un juez o debería ser una historia de ficción? En lo personal creo que debería ser una mezcla de ambos, un punto medio, un justo equilibrio. Tal vez el verdadero problema es con las pruebas, cuando éstas no están totalmente disponibles o no arrojan los datos necesarios para construir nuestra investigación. Por tanto, los historiadores se ven obligados a adoptar un enfoque más narrativo e imaginativo.
Fuentes consultadas:
Ginzburg, Carlo (1991), “Checking the Evidence: The Judge and the Historian” en Critical Inquiry, vol 18, No. 1, pp. 79-92.
Citas:
[1] (Turín, 1939) Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Pisa. Tomado de http://www.fce.com
[2] Ginzburg, Carlo (1991), “Checking the Evidence: The Judge and the Historian” en Critical Inquiry, vol 18, No. 1, p 15
[3] Ginzburg, Carlo (1991),p 16
[4] Ginzburg, Carlo (1991), p 16
[5] Thierry (1820) “La verdadera historia de Jacques Bonhomme, a partir de documentos autenticos”.
[6] Michelet (1862) “La Bruja”
[7] Ginzburg, Carlo (1991) p. 23